18.12.06

Los gorriones de mi barrio

Los gorriones de mi barrio padecen insomnio como yo, pero por diferentes motivos. Sus cantos se escuchan como si de un amanecer eterno de tratara gracias a la luz cegadora de las farolas, nuevo modelo de farolas.
La luz cegadora de las farolas modificó sus conductas y hábitos, su reloj vital. Y ahora malviven con su existencia desequilibrada y desestructurada (esta palabra aporta más dramatismo). Con hábitos nuevos duermen a horas diferentes de las que marcaba antaño la naturaleza, el curso del cosmos, del día y de la noche.
Habrán de emigrar, quizá a un pueblo o zona rural más tranquila y alejada, o adaptarse a las nuevas condiciones que esta urbe loca impone.
De dormir poco y mal o sencillamente nada a las horas que toca su cordura se está minando. Son gorriones esquizofrénicos (en realidad no soy psicólogo pero lanzo este diagnóstico despreocupado). Cantan de madrugada como si el amanecer durara seis horas seguidas.
No quiero saber qué será de las nuevas generaciones de gorriones.
Quién sabe, quizá algunos ya giren la cabeza con giro completo como apoteosis de su locura.

Ya no se oyen, no sé si se callaron por el cansancio. O ya se fueron, empieza a hacer frío.