9.1.08

Terapia

Son altas horas de la madrugada. Estoy cansado, no sé qué pensar. Hoy es, era, el día de navidad fum, fum, fum. Hace mucho que no me expreso por este medio y vomito toda la mierda que llevo dentro, o cinismo concentrado, o rabieta de niño, o exhalo vientos de colores. Escucho un gran temazo de Apocalyptica llamado Ion, lleno de intensidad, pasión, apocalipsis, límites a punto de estallar, hilos a punto de romperse y dejar caer el peso que sujetaban, liberándose de la tensión que les daba rigidez y descripción lineal, para ser hilos sueltos, movidos al viento. Y no me canso de escucharlo una y otra vez, una y otra vez. Tiene varios cambios de ritmo sublimes que te dejan con la miel en la boca y la furia bajo la nuca. De algún modo siento que lo que ocurre hoy en el mundo, en mi vida, está expresado en estas melodías, en las sensaciones que emana. A veces ojalá pudiera estallar en rabia como un niño de arrabal. Desatando mi furia oculta contra vete a saber qué, pero desatándola, expresando mi animalidad escondida y amputada, domesticada. A veces ojalá pudiéramos destruir parte de la ciudad como terapia al estrés, la rabia y la frustración acumuladas. Y el estado, la seguridad social cubriera con los gastos de los destrozos. Cada uno destinaría parte de sus impuestos a sufragar los gastos de esta saludable terapia, gracias a la cual tal vez no habría tantos delitos, mala folla, violencias varias… Y luego habría quien competiría por no quedarse atrás y destruir su parte, pues para eso ha pagado religiosamente sus impuestos, y reivindicaría su parte en la destrucción pautada. Claro está esta terapia no podría llevarse a cabo todos los días, si no en días específicos y celebrativos del mes, para que los servicios de mantenimiento y reparación tuvieran tregua y pudieran restablecer los desperfectos causados, la normalidad en mobiliarios y servicios urbanos. También estaría bien disponer unos coches con una marca especial indicadora de que no pertenecen a ningún buen ciudadano y pueden ser usados en las bondades de la terapia. Estos coches estarían puestos por el estado y podrían ser destruidos y quemados sin ningún tipo de represalia judicial y/o policial. Pues todo formaría parte del servicio terapéutico ofertado por la seguridad social. Así mismo también habría vía libre para reventar farolas, golpear y quemar contendores y papeleras. Así mismo se podrían hacer en ciertos casos barricadas con los mismos y destruir escaparates y comercios con cuidado de no desestabilizar el tráfico ni herir a nadie. Esto último sólo se utilizaría en casos extremos de estrés y en pacientes muy específicos pues es parte de la terapia que no podría abundar por razones obvias de gasto. Las ancianitas y gentes más asustadizas serían advertidas y persuadidas mediante campañas que hablarían de dicho proyecto y de sus beneficios a corto, medio y largo plazo. Las bocas de los ecologistas, que criticarían el gasto innecesario y desorbitado en reponer el material y mobiliario urbano, el gasto en recursos y repercusión en cambio climático con la producción de energía en su fabricación, serían acalladas haciéndoles ver las bondades resultantes de dicha terapia tanto psicológicas como de paz social. Y sus perjuicios podrían ser contrarrestados con campañas de ahorro de energía y reciclaje de recursos, por lo cual en el cómputo final se saldría ganando.