2.5.09

El tontaina de Putek (un cuento)

Jamuk era un hijo de puta bastardo. Gustaba de reirse de los más débiles, en apariencia, que él, como era el caso del "pobre" Putek. Jamuk resaltaba los fallos y defectos de los demás, de los que podía, de los que sabía que no le iban a mandar a la mierda, que no eran machos alfa, o que simplemente no le saltarían los dientes de una hostia bien dada. Como era el caso de Putek, objeto frecuente de las afrentas y burlas del susodicho cabrón.
Casi siempre explotaba su original sentido del humor enfocado en señalar los fallos ajenos y ocurrencias sin par en compañía de otros que le rieran las gracias, lo cual le hacía sentir grande y especial, superior, reconocido entre sus supuestos iguales.
Gracias a sus tretas para engrandecer su nombre, no se sabe si concienzudamente o no, y a su ingeniosidad se hacía un hueco en el grupo de guiñapos y freaks que le rodeaban y se arremolinaban en torno a él como las moscas a la mierda, perfilando un cierto liderazgo que en realidad no era tal. Si no el seguimiento a un mediocre embaucador por unos seres anodinos que no tenían nada mejor que hacer con sus vidas.
Jamuk era insistente sobre Putek con sus prácticas perculativas, sin parangón, es decir que no paraba, y además no tenía comparación, en un marco incomparable de subnormalidad.
Cuando ambos se quedaban solos Jamuk no solía ser tan incisivo y el trato de iguales parecía recuperarse como si nada hubiera pasado, transmitiendo nuevas sensaciones esquizofrénicas a Putek.
El connatural pacifismo y falta de malicia de Putek, así como su falta de imaginación como reactivo, contrataque en esos avatares hostiles, hacía que la mayoría de las veces no respondiera a los agravios, que quedara mudo y tragase, aguantara las risas. Cronificaba y cristalizaba de eso modo una situación nada agradable, insostenible desde un principio.
Aunque Jamuk tenía munición para todos, y todos para con todos. En realidad era una batalla de fuego cruzado y per tutti... pero siempre parecía tener su blanco favorito y fácil en Putek, cual muñeco de trapo lúdico.
Se le hacía extraño que tuviera que defenderse de supuestos amigos. Ay, pero Putek no sabía que imperaba la ley de la selva, que a veces había que marcar límites, trazar rallas, defender territorios... el ser humano llevaba milenios dándose de ostias, conquistándose unos a otros, matándose por trozos de tierra, en una correlación de fuerzas en donde ser más fuerte era determinante, la variable clave, en principio.
Putek maduró tras aguantar demasiadas tonterías. Un día creció interiormente y fue alejándose de Jamuk y su séquito de parodias andantes.
Putek siguió recibiendo ataques verbales y burlescos de vez en cuando.
Estaba en contra de la violencia, por culpa de una secta hare krispa que le comió la cabeza y le dijo que la violencia sólo podía engendrar más violencia. No sabía defenderse en un mundo de lobos y era carne de cañón.
Un día estaba junto al lago y aparecieron Jamuk y los demás, se pararon a hablar con él y fumar un poco de costra mágica para evadirse.
Jamuk lanzó un primer ataque, pero Putek estuvo raudo y veloz en responder dejándolo cortado, provocando que el resto riera de él.
Intentó otra vez la jugada pero éste volvió a responder con gran mordacidad e hijoputesca imaginación devolviéndole de la misma medicina multiplicada por tres. Jamuk estaba desconcertado y los demás se reían de su "líder".
Putek comenzaba a cimentar respeto y osadía, era una nueva sensación vertiginosa y llena de adrenalina, comenzaba a notar fuerza correr por sus venas.
Finalmente Putek tenía preparado un golpe de efecto que en realidad fue fortuito y casual. Jamuk con toda la mala idea le increpó de la forma más hiriente posible cons sus palabras. Éste no se lo pensó dos veces y sacó un pequeño tronco de bajo sus pies que casualmente había divisado hacía escasos minutos entre la hojarasca y estampó su extremo con un certero y contundente golpe en su pómulo y mandíbula.
Fue fantástica la sensación de liberación que sintió desde ese día. Nunca olvidaría el punto de inflexión, la satisfacción, la imagen en cámara lenta de su cara girándose, saliva mezclada con sangre despedida de su boca al tiempo que todos quedaban atónitos.
Jamuk escupió varios dientes, sollozando y medio agachado, decidió huir. Pronto, el resto asustado comenzó a escampar y dispersarse.
Putek se quedó solo y radiante. Y silbando continuó observando el lago, disfrutando del buen día que hacía.


P.d.:He estado escuchando Sepultura, pensaba que molaría más.

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