14.4.08

Josito y su tristeza enquistada


Josito no sabía muy bien cómo abordar sus pensamientos brumosos… Aun seguía un poco triste, llevaba una temporada con esta sensación dentro… la tristeza no se iba en un día… y en realidad aunque vinieran tiempos mejores, en apariencia, porque no se quiso pensar en problemas, porque se omitieron (in)voluntariamente o porque le diera una repentina locura-vitalidad o inauditas ganas de vivir… porque se quiso mejorar de golpe, sin conciencia ni proceso ni pollas… parecía que la tristeza en el fondo del ser siempre estaba.

A veces todo era tan patético, triste, gris… puede que oscuro otras, y en ocasiones, en medio de todos aquellos momentos mediocres e insulsos: destellos de luz brillantes; esos eran los mejores momentos de la vida, por los que valía la pena luchar, seguir. Pero luego los olvidaba en el sumidero caótico de su memoria… Cuando estaba sumergido en un estado era incapaz de recordar otros ya vividos, niveles por los que había pasado. Sentía que tenía tantas cosas que expresar… pero que luego en el cara a cara no era capaz porque una rigidez lo atenazaba, una coraza le revestía por dentro y por fuera, la cara.

Escribir ayudaba a reflexionar, a rebuscar un poco dentro, aunque a veces pareciera que hubiera cosas latentes que nunca iban a salir a flote. O, a no ser, en un momento determinado y con la chispa adecuada...

Hay quien lleva toda la vida igual, no es libre, programadx bajo unos mismos parámetros… siempre repitiendo las mismas conductas; esclavxs de su pasado, de su programación (auto)impuesta, aprendida para la vida… hay quien permanece siempre igual y sus latencias más profundas nunca salen a la superficie.

Sus anhelos, sus sueños, o lo que quede de ellos, si no han sido aniquilados del todo, permanecen enterrados, sumergidos en el fondo de fosas abisales. Y mueren y chimpún.
¿Qué vida es esa? Qué sucedáneo de vida es ese…

La lucidez venía de visita tan poco a menudo… pero bueno, la anestesia actuaba para poder seguir “viviendo” (probablemente un niño del 3er mundo le diría: ¿De qué te quejas hijo-de-puta? Aquí tal vez las carencias, las dolencias fueran de otra índole… espirituales tal vez, de soledad, vacío, ¿sin sentido? Aunque allí todo era tan relativo, al menos eso imaginaba Josito, que tal vez las pequeñas cosas se tuvieran más en cuenta para ser feliz y contento, como hacen niños y animales que viven y disfrutan el momento, las pequeñas novedades…).

Tenía, mucho, que ser consciente de lo que le pasaba y actuar, no olvidar esquizoidemente como si el muchacho de los problemas fuera otro, ese era uno de sus principales problemas… si no estaba condenado a repetir siempre lo mismo, a subir y bajar como un puto yo-yo sin nunca llegar a nada en claro, hasta volverse loco de verdad. La vida del mítico Sísifo encarnada en la suya, joder. Si analizaba de verdad su vida había tenido sus dificultades… y a veces se veía a sí mismo como que casi no había avanzado nada, aunque eso, era, para nada cierto… pero tenía que avanzar mucho más, no quedarse a la zaga mientras otros, que podía observar o imaginar, no cesaban en su desarrollo… y él siempre empequeñecido y loco. Analizaba todas las facetas en que “podía” dividirse la vida, y francamente no se veía bien. Siempre se vio así… sentía que avanzaba a paso de tortuga… por eso de vez en cuando volvía a la realidad y se deprimía. Otras, surgía de sí un ser seguro, espontáneo, fuerte, capaz de todo en apariencia… su yo-punqui, atrevido y sin miedo… que no tenía nada que ver con su otro yo: deprimido, triste, asqueado, apático, gris, sin ideas (el yo-punqui también solía estar asqueado pero usaba esta sensación de manera positiva y eficiente, como combustible para rebelarse y cagarse en todo)… un yo que solía afincar en su niñez y adolescencia. Por eso a veces pensaba que era bipolar en cierto modo.

Aquel día, que pensaba todo esto, estaba contento, no sabía muy bien porqué, por la clase… tal vez por los nuevos amigos… pero luego pensó: vuelve a la realidad… esto no durará mucho, no deja de ser otro espejismo de esta perra vida. Imaginaba que dentro de nada pasaría el tiempo y todo habría sido olvidado; la tristeza y la frustración serían omitidas, que no inexistentes, para vivir una vida de cartón piedra. Quizá una vida más asimilable, asequible… y no plantearse la mierda que era todo.

Y qué había de este modo de vida, maquinaria que no tardaría en asimilarle para convertirle a la horda de hombres-mujeres-grises hasta la tumba… trataba de darle una dimensión más macro, global a su problemática… no sabía si para quitarle yerro, sentirse mejor o no tan patético, responsable de sí mismo y echarle la culpa al puto sistema, padre abstracto de todos los males. Y tal vez fuera cierto… pero es que nosotros formábamos parte de ese todo enorme y complejo (al que él llamaba sistema); pequeñas piezas engrasadas del engranaje con cuya colaboración y/o ignorancia y/o resignación, sumisión, conformidad contribuirían a que todo marchase como estaba planeado, sin espacio para el más mínimo error. Una progresión geométrica diseñada por un programa informático, con los mínimos sobresaltos e impredicciones, pues ya todo estaba calculado de antemano. La hoja de ruta sería restablecida ante cualquier mínimo imprevisto previsto y pequeña posible desviación. Un único rumbo, un único destino desde aparentes caminos divergentes pero iguales. Todo iba dirigido hacia lo mismo, salvo por leves aspectos de forma, nada más. Con todo esto, como componentes del tinglado, aunque nuestro poder de decisión no fuera como el de otros, sí era más grande del que imaginábamos.

Consideraba todos aquellos pensamientos como una mierda pseudorebelde que se alejaba de él para no sentirme mal. Le parecían cosas caóticas que se le pasaban por la cabeza, tenía ganas de expresarse…

No quería dar pena, no quería madreteresianismo de calcuta, no sentía pena por sí mismo ni por nadie, ni quería sentirla. Detestaba ese sentimiento que devaluaba a la persona y que tanta confusión creaba en aquella época, propio de débiles y lastimeros. Sólo quería avanzar. Era difícil, había que ser fuerte y a veces se sentía tan vulnerable que se sentía desfallecer, sin recursos (internos, ya que las necesidades básicas las tenía cubiertas; no vivía hacinado sin agua caliente en un piso de inmigrantes como aquellos que salían en los periódicos o con los que se cruzaba por la calle), inconstante, pequeño... una buena somanta ostias necesitase quizá, dialécticas, experienciales o reveladoras de una nueva y provocativa pedagogía. Podría hacer todo aquello más ordenado y repasarlo mentalmente pero sentía demasiado desorden, una hazaña demasiado pesada en ese mismo instante de hastío con lo cual se condenaba a la perpetuación de ese estado, ¿por cuánto tiempo? La mitad era voluntad, otro tanto tal vez lucidez y otro tanto azar y ambiente.


Pensó en aquella frase famosa de Albert Camus:

"No camines delante de mí, puede que no te siga.

No camines detrás de mí, puede que no te guíe.

Canina junto a mí y sé mi amigo."


Hizo su propia versión:

“No camines delante de mí, voy a pasar de tu culo.

No camines detrás de mí, no te voy a guiar, me piraré.

Camina junto a mí y veremos qué se puede hacer.”



3 comentarios:

el_Vania dijo...

Toda la vida es igual. Todos estamos programados. Incluso los que se supone "fuera del sistema".
A mi me entristece enormemente tener que trabajar todo el día para pagar la casa que casi no disfruto.
Paradojas de la vida... y encima, gracias.
Salud/OS!
PD: Genial la propia versión de la frase de Camus...

kozmicboy dijo...

Josito me ha recordado mucho al Andrés Hurtado del Árbol de la ciencia de Baroja y al David Fuente de Ritmo lento de la Gaite. Por desgracia, también me recuerda la realidad de cada uno de nosotros. Muy bueno, aspirante, abrazos

aspirante dijo...

Gracias por vuestros comments...
espero desprogramarme un poquito y a vosotros os deseo lo mismo